“Cuando cambias el modo en que ves las cosas, las cosas que ves cambian también”.
-Wayne Dyer
Es frecuente escuchar sobre la ansiedad como una emoción muy cercana al miedo y que puede llegar a surgir en cualquier momento de nuestra vida, ante el afrontamiento de una situación que puede ser percibida como estresante, de incertidumbre o de riesgo. Valdría la pena, empezar por referir el origen de la palabra ansiedad (del latín anxietas, ‘angustia, aflicción) y que ha sido definida también como una
respuesta de supervivencia que nos guía hacia enfrentar o huir en situaciones de peligro, y que llega a ser adaptativa y funcional. De esta forma, la ansiedad nos impulsa a estar en un estado de alerta, a movilizarnos para dar lo mejor de nosotros, a ser más productivo al desempeñar una labor. No obstante, al momento que la ansiedad llega a superar un determinado umbral y comienza a prolongarse en el tiempo, deja de ser adaptativa y connotarse a manera de trastorno, se caracteriza por la combinación de distintas manifestaciones físicas y mentales que no son atribuibles a peligros reales, siendo una dificultad importante al generar un malestar significativo que puede interferir en la cotidianidad de una
persona, afectando su funcionamiento en diferentes áreas de su vida.
Señales para identificar un trastorno de ansiedad:
– A nivel cognitivo: hipervigilancia, dificultad para concentrarse o tomar decisiones, excesiva preocupación, pensamiento negativo recurrente sobre los demás, si mismo y sobre el futuro.
– A nivel físico: palpitaciones, presión en el pecho, sudoración, sensación de ahogo, mareos, temblores, tensión muscular, insomnio.
– A nivel comportamental: respuesta de evitación o huida ante situaciones que puede interpretar de riesgo, hiperactividad, tendencia hacia la perfección.
Más allá de los criterios válidos y relevantes de diagnóstico de los tipos de ansiedad. Aquí quiero detenerme en reflexionar sobre el mensaje que trae la ansiedad en ese momento de la vida en la que surge para cualquier persona. Algunas de esas preguntas que suscitan la observación personal pueden ser: ¿La presencia de la ansiedad que me lleva a revisar desde mi interior a que sea sanado? Cómo ha sido y cuál es la trayectoria personal de mis miedos y preocupaciones. ¿Y qué pensamientos o creencias estoy eligiendo o hasta rutinas que me están fortaleciendo mi ansiedad?, es decir es tratar de escuchar su trasfondo que permita comprender la ansiedad. Por supuesto, estos cuestionamientos llevados en un ambiente de apoyo terapéutico pueden llevar a la comprensión y al alcance de lograr un mejor bienestar emocional.
Referencias: